El amor no se resigna

espués de la fuga de los hurtacruces, en nuestro grupo sólo quedó un cristiano de nacionalidad georgiana. Los demás eran turcos, tártaros y de otras nacionalidades. Al liberarme de la insoportable compañía de los hurtacruces, traté de hacer amistad con el georgiano. Era un joven alegre, cándido y bastante bien parecido. Intimó conmigo muy pronto. Lo habían desterrado por asesinato. Me asombraba cómo un muchacho tan bondadoso podía cometer un asesinato. Día a día el joven ganaba más mi simpatía. Había tanta pureza en su carácter que era imposible no quererlo.

A nosotros ya nos habían trasladado a la pequeña ciudad vecina. Aquí también nos mantuvieron unos días porque a nuestro grupo se iban a unir algunos condenados más, que también eran enviados a Siberia. Vasó, tal era el nombre del georgiano, no se separaba de mí. Por las noches, cuando no conciliaba el sueño, durante horas me contaba tales y cuales aventuras de su vida. Una noche, sentado a mi lado, remendaba sus zapatos gastados y con voz triste, apenas audible, susurraba una canción. El joven estaba absorto en sus sentimientos y sus manos hacían el trabajo maquinalmente.

–Vasó, ¿te falta mucho? –le pregunté.


–¡Eh…!, que el diablo se lleve estas porquerías, no quedó ningún lugar sano; coso, coso y siempre está igual.

–Dame uno a mí, te ayudaré.

–Gracias, tú sólo ilumíname, yo coseré.

La vela, que había adherido al ladrillo del piso, estaba tan consumida que no proyectaba su luz hasta los zapatos. La levanté y él continuó cosiendo. Pero a mí me interesaba saber por qué lo desterraron.

–Maté a mi amo –contestó.

–¿Por qué?

–Es largo, muy largo de contar, no terminaría hasta la madrugada.

–No importa. Tú no duermes mucho y yo tampoco. Cuéntame, yo te escucharé y así la noche se hará más corta.

Y comenzó su relato.

-Yo era uno de los vasallos del príncipe N… Era un hombre muy malo, muy malo. Sucedía que por reñir con su mujer, porque alguien lo irritaba o porque estaba borracho, salía de su casa enfurecido y ¡ay del campesino con el que tropezaba! Enseguida tenía un motivo para pegarle, insultarlo y así desahogarse. Por ejemplo sucedían cosas como ésta. Un campesino se ponía un par de sandalias nuevas (no podía tolerar que un campesino vistiera ropas nuevas y se pareciera al amo). Lo llamaba: “Eh, tú, ven”. El campesino se acercaba, saludaba con una reverencia y se detenía. "¿Qué es eso?", le señala las sandalias. "Querido aghá, voy al bosque", contesta el campesino temblando. "So bellaco, ¿se te gastarán los pies si vas descalzo?", y ordena quitarle las sandalias. Una vez un campesino estornudó cerca de él. "So burro, pasmón, ¿cómo te atreves a estornudar delante de tu amo?", le dijo y ordenó castigar al infeliz. Nuestro vecino Guiorgui tenía una hija, su nombre era Gueguelo. ¡Pero qué muchacha!, era tan bonita que no parecía una campesina, sino una dama de la casa del amo. Cierta vez nos encontramos en el campo; ella venía del bosque y llevaba madera para su casa. El sudor corría por su rostro, las mejillas habían enrojecido como manzanas. Apenas la vi quedé embelesado. "Dame, Gueguelo, yo llevaré tu carga", le dije. "No es muy pesada, puedo llevarla", dijo ella, sonrojándose más. Conversando nos dirigimos lentamente hacia el pueblo y al acercarnos nos separamos para que no nos vieran juntos.

En ese momento Vasó estaba tan embargado por su relato que no advirtió que la aguja había caído de sus manos y los zapatos también. Y continuó:

-Le pedí a mi madre que me comprometiera en matrimonio con Gueguelo y ella se lo comunicó a mi padre. Mi padre fue a casa de Guiorgui, prometió entregarle una cabra, cinco tunk
[i] de vino, varios somar[ii] de harina de trigo; en una palabra, conversaron, acordaron y hubo palabra de matrimonio. Esperábamos que llegara el otoño, que fermentara el vino para hacer el casamiento. En ese momento no sé qué diablo le entró en la cabeza de mi amo. Ordenó que llevaran a Gueguelo a su casa como sirvienta. Llegó el otoño, los vinos se aderezaron pero el casamiento no se realizó. "Este año no será", decía mi amo. Mi corazón estallaba de impaciencia. ¿Pero qué podía hacer si así lo ordenaba mi amo? Cierta vez Gueguelo me encontró en el bosque, vi que su rostro había perdido el color, parecía muerta. Le pregunto: "Gueguelo, ¿qué te sucede?". No me dice nada y se pone a llorar. La abrazo y vuelvo a preguntarle: "¿Por qué lloras?". Y en medio de lágrimas me contesta: "¡Ay, es un hombre malo, muy malo, no tiene Dios…, él…" La pobre muchacha no pudo terminar sus palabras, pero yo entendí todo. La sangre se me subió a la cabeza y me enfurecí como un loco. Corrí a mi casa, tomé mi puñal, lo oculté entre mis ropas y salí. Antes entré en la taberna, bebí bien, afirmé mi corazón y luego fui y me paré en la puerta de la casa de mi amo, esperándolo. Vi que salía para dirigirse a una cacería. Le corté el paso, diciendo: "¿Por qué me escondes a mi novia?". Él se enojó y comenzó a insultarme, mirando a todos lados buscando a sus sirvientes para ordenarles que me prendan. "¡Entrégame a mi novia!", le exijo acercándome cada vez más. El vuelve a gritar: "¡Tú, insolente, miserable, ¿cómo te atreves?, ¡prendan a este canalla!" Yo no le presto atención y estoy cara a cara con él. "Entrégame a mi novia, te digo!". Ya no pudo esperar a que llegaran los sirvientes y se abalanzó sobre mí. Yo le hundí el puñal en su costado.

En ese momento miré la cara de Vasó, había palidecido tanto, sus labios temblaban de tal manera que parecía que en aquel mismo instante extraía su ensangrentado puñal del cuerpo del déspota. Cuando se calmó un poco, le pregunté:

–¿Y no huiste?

–Sí, pero a veces iba a nuestro pueblo por las noches para poder verme con Gueguelo. Y Dios quiso que una noche fuera apresado.

Después de escuchar la historia de su vida, empecé a querer más a Vasó. El pobre muchacho había sido víctima del amor. Amor..., ¿qué eres tú que hasta el día de hoy no puedo entenderte? Vasó y Gueguelo como vasallos, como propiedad de un despiadado señor, le entregaban sumisamente su trabajo, su esfuerzo. Pero cuando el señor toca ese sentimiento que es sagrado para todo individuo, entonces ya no se resigna ni el oprimido ni el más dócil esclavo…

¿Y yo, desdichado de mí, qué hice por Nené? ¿Cómo pude demostrarle que la amo de verdad...?

[i] Medida de vino que equivale a cinco botellas o cuatro litros (N. del T.).
[ii] Antigua medida rusa que equivale a dieciséis kilos (N. del T.).